El Arquitecto del Taxi en el Camino de Santiago

Hola, mi nombre es Iván y efectivamente soy el arquitecto del taxi en el Camino de Santiago.

¡Lo sé!, ahora te estás preguntado – Un momento, ¿cómo que el arquitecto del taxi?, ¿qué narices es eso?.
¡Jejeje!, si me dieran un euro cada vez que me han preguntado eso …

Bueno probablemente tendría algo más de dinero pero aun así, ¿sabes una cosa?
Sinceramente no lo cambiaría por poder seguir contándolo, aunque sea solamente a una persona más. Por poder contártelo a ti ahora mismo.

Y ahora mismo te lo cuento, no te impacientes.

Aunque si eres muy impaciente lo que te puedo adelantar es a qué me dedico:

«Ayudo desde mi taxi a peregrinos como tú, cuando más lo necesitan, con las pequeñas cosas que pueden necesitar para que su experiencia en el Camino no se vea empañada por ellas. A cualquier hora, los 365 días del año.»

Una vez aclarado este punto, si estás leyendo esta frase supongo que aún sientes curiosidad por saber qué es esto del arquitecto del taxi en el Camino de Santiago, y no solo te voy a contar esto sino que además, te diré cuál ha sido el viaje más largo que he hecho en mi vida sin cobrar ni un euro por ello.

Eso sí, antes necesito ponerte en contexto y para ello qué mejor que comenzar por el principio, ¿no te parece?.

Como te decía, mi nombre es Iván.

Nací, me crié y crecí en un pueblecito pequeño y precioso de la provincia de Lugo.

Un lugar con historia que se remonta al siglo II, y que tiene la particularidad de que fue trasladado desde donde estaba originalmente a otro emplazamiento, aunque esa es otra particularidad que no viene al caso ahora. 

Un lugar pintoresco, con calles empedradas que guardan en secreto historias de las muchas personas de todo el mundo que desde la edad media, han pasado por aquí en su peregrinación hacía Santiago de Compostela.

Y es que Portomarín, que así se llama el pueblo que vió nacer al arquitecto del taxi en el Camino de Santiago, tuvo la suerte de ser bendecido con hallarse en pleno Camino Francés, a tan solo 4 etapas de la meta, la Catedral de Santiago de Compostela.

Como te decía, mi nombre es Iván.

Nací, me crié y crecí en un pueblecito pequeño y precioso de la provincia de Lugo.

Un lugar con historia que se remonta al siglo II, y que tiene la particularidad de que fue trasladado desde donde estaba originalmente a otro emplazamiento, aunque esa es otra particularidad que no viene al caso ahora. 

Un lugar pintoresco, con calles empedradas que guardan en secreto historias de las muchas personas de todo el mundo que desde la edad media, han pasado por aquí en su peregrinación hacía Santiago de Compostela.

Y es que Portomarín, que así se llama el pueblo que vió nacer al arquitecto del taxi en el Camino de Santiago, tuvo la suerte de ser bendecido con hallarse en pleno Camino Francés, a tan solo 4 etapas de la meta, la Catedral de Santiago de Compostela.

Pero es que Portomarín no es un pueblo más del camino, no.

¿Acaso conoces muchos lugares donde recibir la bendición papal?. 

Lugares preciosos los encuentras todo el tiempo desde el principio al final del camino, pero solo en Portomarín  puedes visitar una capilla en la que, al cruzar su bóveda, recibes la bendición papal. ¡Wow!

Y así está escrito en el Códice Calixtino, y eso hace de Portomarín un lugar muy especial para los peregrinos.

De modo que, con estos antecedentes, como podrás imaginar, durante toooda mi vida he coincidido con peregrinos, peregrinas y peregrines.

Los peregrinos del Camino Francés me rodeaban rodeabáis laughing.

Gentes de prácticamente todos los lugares del mundo, de cualquier nivel económico, de cualquier nivel cultural, de toda clase y toda posición social.

Todas con un denominador común, bueno quizás dos. Los pies más duros y doloridos y el corazón más blando.

¡Qué te voy a contar que no sepas!, si tu lo estás viviendo ahora mismo.

En fin, así crecí, lo que diría que fue una auténtica fortuna como puedes comprender.

Tan feliz y tan triste como cualquier niño, ni más ni menos travieso o inquieto que otros, pero entre peregrinos que me fueron dejando su poso sobre la piel y sobre el alma.

Entre sus historias y sus anécdotas, algunas maravillosas y otras … imposibles.

Bueno, tal vez sea cosa mía, pero tengo la teoría de que el alma de un niño es mucho más permeable que la de un adulto, y aun sin saberlo, todo lo que le llega tiene más intensidad, más pureza, quizás porque la inocencia le permite calar más hondo.

Siempre he sido un buen estudiante y cuando me hice un «medio hombre», con la intención de hacerme un hombre completo me fuí a Madrid a estudiar.

Un hombre de bien tiene que estudiar y labrarse un porvenir, ¿no es así?.

Corría el año 2002 cuando cogí mis petates y con un 20% de angustia, un 40% de miedo y otro tanto de ilusión y ganas dejé atrás mi querido Portomarín y todo lo que conocía y aparecí en un bullicioso Madrid de ambiente universitario.

Elegí arquitectura porque me gustaba, bueno y me sigue gustando. Además en aquella época el sector de la construcción vivía un momento boyante.

Si todo iba bien me esperaba un brillante futuro, iba camino de convertirme en el Frank Gehry del Camino Francés 🙂.

 

La carrera transcurrió sin demasiados obstáculos, se ve que los habían estado guardando todos para cuando la terminé.

Hice algún proyecto que otro, que ya es más de lo que algunos de mis compañeros de promoción tuvieron oportunidad de hacer, pero realmente en aquel entonces el mercado estaba en unas circunstancias diferentes desastrosas porque la crisis del 2008 se estaba llevando por delante un sinfín de empresas constructoras y apenas se movía un ladrillo.

En esa tesitura se encontró un Iván recién licenciado, enviando curriculums a grandes constructoras, a medianas constructoras, a pequeñas constructoras … y nada de nada, 

como decía la canción de Golpes Bajos «corren malos tiempos para la lírica», pues aquí corrían malos tiempos para el sector.

Y fue ahí donde recibí una buena bofetada de realidad, después de mucho esfuerzo, de sacrificio, de trabajo intenso y de noches sin dormir … al final ¿para qué?.

Para volver a casa con un título en las manos, y un sentimiento de pesar en el alma.

Una pequeña crisis existencial (quizás no tan pequeña), tocaba rehacerse.

Y fue ahí donde recibí una buena bofetada de realidad, después de mucho esfuerzo, de sacrificio, de trabajo intenso y de noches sin dormir … al final ¿para qué?.

Para volver a casa con un título en las manos, y un sentimiento de pesar en el alma.

Una pequeña crisis existencial (quizás no tan pequeña), tocaba rehacerse.

 

Cuando uno tiene una crisis existencial no sabe muy bien hacia donde ir, es como cuando vas conduciendo con el gps por un lugar desconocido, llegas a un cruce y ves que el gps ha perdido la señal.

Entonces solo te queda guiarte por tu instinto y hacerte las preguntas existenciales: ¿De dónde venimos y hacia dónde vamos?. La verdad es que dudé entre irme al extrangero como un peregrino que coje su mochila y se va a la aventura. Esto me llevó a sentirme peregrino y a continuar mi camino. Con mis paradas, mis tiempos y mis cambios de dirección.

 

Sé que esto puede parecerte una locura, incluso a mi me la llegó a parecer en algún momento, pero después de un tiempo de descanso y recogimiento, con ganas de comenzar una nueva etapa y de hacer algo, de sentirme útil y seguro. Ni te imaginas en lo que me embarqué.

Preparé las oposiciones a la Guardia Civil, eso sí a solo unos 4 meses de los exámenes, y lo más increíble, ¡las aprobé! aunque sin plaza, solo aprobé el exámen.

Ahora lo veo desde la distancia y digo: “¡Madre mía!, menudo guardia habría sido!” 

 

En fin, cambié de tercio y me decidí a hacer algo que desde hacía mucho tiempo deseaba hacer y nunca encontraba el momento adecuado, algo que siempre había visto hacer, a muchas personas, de todas partes, de todas clases y condiciones sociales.

Me dispuse a hacer el Camino.

 

¡Debería haberlo hecho antes!, lo vi clarísimo desde el principio.

Todo lo que estudié a lo largo de mi vida, que no fue poco, ni se aproxima a lo que aprendí en el camino. Y no solo es lo que aprendí, sino más allá, el cómo lo aprendí. ¡Lo sabes!. Tu lo sabes perfectamente.

 

Cada etapa del Camino me recordaba una etapa de mi vida, las mismas inquietudes, las mismas preguntas ¿seré capaz?, ¿llegaré?. Sin preocupación por mañana, viviendo cada día con toda la intensidad. Disfrutando y sufriendo el presente, sin más.

Y al día siguiente, lo mismo. Empezando de cero.

 

Hasta que un día llegas, acabas y te sorprendes con la confrontación de sentimientos que te abrigan, por una lado la satisfacción y la calma, la paz.

Por otra parte la tristeza de terminar, de saber que mañana no hay etapa que recorrer, aunque sí la hay, pero de otra manera.

La tristeza de dejar atrás compañeros de viaje, con los que a veces solo has compartido unos breves instantes, pero tan intensos.

El Camino de Santiago tocó algo en mi interior, no se si le pasa a todo el mundo, alguna de esas teclas que tenemos ocultas y que solo una experiencia de ese calado puede mover.

Finalizas y sientes que le debes algo, que tienes una deuda con él. Supongo que si bien no le pasa a todo el mundo, si le pasa a mucha gente y por ello mucha gente repite el Camino una y otra y otra vez.

 

Meses después, me enteré de que quedaba libre una plaza de taxi en Portomarín, mi querido Portomarín y de repente vi cómo podía devolver parte de lo que el Camino me dió, y de paso continuar mi vínculo con él. 

Un taxi en el Camino Francés desde el que iría ayudando a otras personas que están peregrinando, ayudándoles a superar esos obstáculos que, a veces, te encuentras y no puedes salvar en solitario.

Poco me lo tuve que pensar, me hice con la plaza, y de este modo me convertí, casi sin darme cuenta, en el arquitecto del taxi en el Camino de Santiago. 

 

Y ahora, dime si es casualidad que tu estés aquí, leyendo mi historia y tal vez a punto de llamarme o de enviarme un whatsapp porque necesitas que te eche una mano. ¿No es fabuloso?

Lo dicho, que mi nombre es Iván y soy el Arquitecto del Taxi en el Camino de Santiago

Me gano la vida con esto y me encantará ayudarte en todo lo que pueda para hacer que tu experiencia en el Camino sea tan inolvidable como la mía.

¡Ah, sí!, quizá te estás preguntando:

“Oye Iván y, ¿cuál ha sido el viaje más largo que has realizado y por él que no cobraste ni un euro?”.

De verdad, ¿te parece pequeño el viaje que te acabo relatar?.

Fue sin duda el viaje de mi vida.